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The History of the Christian Church

Podcast The History of the Christian Church
Pastor Lance Ralston
Providing Insight into the history of the Christian Church

Available Episodes

5 of 248
  • 68 de Papas y PrĆ­ncipes
    El tĆ­tulo de este episodio es de Papas y PrĆ­ncipes.En lo que respecta a la Iglesia de Occidente, el siglo XIV se abriĆ³ con una nota que aparentaba ser fuerte. A principios del aƱo 1300, el papa Bonifacio VIII proclamĆ³ un AƱo de Jubileo, un nuevo acontecimiento en el calendario de la Iglesia. El decreto del Papa anunciaba el perdĆ³n general de todos los pecados para todos los que visitaran las iglesias de San Pedro y San Pablo de Roma durante los 10 siguientes meses. Grandes multitudes acudieron a la ciudad.Bonifacio VIII era interesante. Le gustaba la ceremonia ostentosa y pretenciosa. AparecĆ­a regularmente en pĆŗblico vestido con ropajes reales, o mejor aĆŗn, imperiales, anunciando: "Soy el CĆ©sar. Soy emperador". Su corona papal tenĆ­a 48 rubĆ­es, 72 zafiros, 45 esmeraldas y 66 grandes perlas. Se permitĆ­a el lujo de ser generoso con el perdĆ³n. En la iglesia de San Pablo, los peregrinos a Roma mantenĆ­an a los sacerdotes ocupados noche y dĆ­a recogiendo y contando las interminables ofrendas.Para Bonifacio, mirando al futuro los aƱos parecĆ­an brillantes.Ā  El Vaticano habĆ­a mantenido un poder religioso y polĆ­tico sin rivales durante 2 siglos y no habĆ­a nada en el horizonte que anunciara un cambio. El Papa tenĆ­a ante sĆ­ el brillante ejemplo de Inocencio III, que cien aƱos antes habĆ­a dominado a emperadores y reyes. Bonifacio supuso que seguirĆ­a en la misma lĆ­nea.Pero sĆ³lo 3 aƱos despuĆ©s, Bonifacio muriĆ³ a consecuencia del mayor insulto personal jamĆ”s infligido a un Papa. Incluso mientras los celebrantes del Jubileo se regocijaban, habĆ­a fuerzas trabajando para acabar con la supremacĆ­a de la soberanĆ­a papal medieval.No hace falta estudiar mucho la historia para darse cuenta de que a menudo se estĆ”n produciendo grandes cambios bajo la superficie, mucho antes de que la gente sea consciente de ellos. El siglo XIV fue una Ć©poca asĆ­. Los papas de Roma continuaron "como si nada" mientras nuevas ideas y fuerzas radicales alteraban la Fe.Ā  La idea de la Cristiandad, un Imperio cristiano que unificĆ³ Europa del siglo VI al XIV, se estaba deteriorando rĆ”pidamente.La llamada Cristiandad habĆ­a sido Ćŗtil para crear la Europa de los siglos VII y VIII. Pero su importancia se desvaneciĆ³ en los siglos XII y XIII. El Papa Inocencio III habĆ­a demostrado que la soberanĆ­a papal era eficaz para reunir a los prĆ­ncipes en una cruzada o para defender a la Iglesia contra los herejes. Pero en los siglos XIV y XV se produjo un marcado declive del poder y el prestigio papal.Como estamos acostumbrados a pensar en el mundo polĆ­tico, como un conjunto de naciones-estado, nos cuesta hacernos a la idea de que son un fenĆ³meno bastante reciente. Durante la mayor parte de la historia, la gente vivĆ­a regionalmente; sus vidas y pensamientos estaban limitados por las fronteras de su condado o aldea. Durante siglos, Galos y Godos se definieron a sĆ­ mismos por su tribu. Nunca se les ocurriĆ³ llamarse Franceses o Alemanes. Tales etiquetas nacionales no entran en juego hasta mĆ”s tarde, cuando Europa saliĆ³ de la Edad Media hacia lo que llamamos el Mundo Moderno. Un mundo, por cierto, marcado como moderno precisamente por esta nueva forma de identificarnos.En el siglo XIV, la gente empezaba a acostumbrarse a la idea de que eran ingleses o franceses. Esto fue posible porque, por primera vez, empezaron a pensar en el estado polĆ­tico en tĆ©rminos independientes de su afiliaciĆ³n religiosa.Europa se alejaba, muy lentamente, de su pasado feudal. La tierra era menos importante, ya que el dinero en efectivo se convirtiĆ³ en el nuevo Ć©nfasis. Los dirigentes polĆ­ticos se dieron cuenta de que necesitaban fuentes de ingresos cada vez mayores, lo que significaba impuestos.Eduardo I de Inglaterra y Felipe el Hermoso de Francia estaban en conflicto, como habĆ­a sido habitual durante siglos. Para financiar sus cada vez mĆ”s costosas campaƱas de expansiĆ³n territorial, decidieron exigir impuestos al clero. Pero los papas habĆ­an mantenido durante mucho tiempo que la Iglesia estaba exenta de tales impuestos, sobre todo si el dinero recaudado se iba a utilizar para que la sangre de otro saliera de su cuerpo a gran velocidad.En 1296, el papa Bonifacio VIII promulgĆ³ un decreto en el que amenazaba con la excomuniĆ³n a cualquier gobernante que impusiera impuestos al clero y a cualquier miembro del clero que pagara sin el consentimiento del Papa. Pero Eduardo y Felipe pertenecĆ­an al nuevo tipo de monarca que avanzaba hacia los numerosos tronos de Europa. No les impresionaban las amenazas de Roma. Eduardo advirtiĆ³ que, si la Iglesia no pagaba, se le retirarĆ­a la protecciĆ³n de la Corona y se le confiscarĆ­an sus propiedades en lugar de los impuestos. La respuesta de Felipe fue bloquear la exportaciĆ³n de oro, plata y joyas procedentes de Francia, privando a Roma de una importante fuente de ingresos procedentes de sus recaudaciones.El Papa Bonifacio dio marcha atrĆ”s, protestando por haber sido malinterpretado. Estaba seguro de que no habĆ­a querido cortar las contribuciones para la defensa del reino en tiempos de necesidad. Fue una clara victoria para ambos reyes.Sin embargo, su victoria sobre el poder papal aĆŗn tenĆ­a camino por recorrer. Reforzado por el Ć©xito del Jubileo, El Papa Bonifacio asumiĆ³ que la reverencia que se le profesaba en todos los rincones de Europa se extendĆ­a tambiĆ©n a la esfera civil. MandĆ³ aƱadir otro ornamento de oro a su corona, que significaba su poder temporal. Luego, persiguiĆ³ al rey Felipe de Francia, tratando de debilitar su derecho de gobernar. Felipe respondiĆ³ desafiando al Papa a que mostrara dĆ³nde habĆ­a dado JesĆŗs a la Iglesia autoridad temporal.En el aƱo 1301, Felipe encarcelĆ³ a un obispo francĆ©s acusado de traiciĆ³n. Bonifacio ordenĆ³ su liberaciĆ³n y anulĆ³ su anterior concesiĆ³n sobre los impuestos de las tierras de la Iglesia. Al aƱo siguiente, Felipe convocĆ³ a la nobleza, el clero y otros dirigentes de Francia y formĆ³ una especie de parlamento de Francia. Obtuvo entonces su apoyo unĆ”nime en su disputa con el Papa. Uno de los nuevos ministros civiles expresĆ³ asĆ­ la elecciĆ³n que debĆ­an hacer: "La espada de mi seƱor es de acero; la del Papa, de palabras".Varios meses despuĆ©s, Bonifacio emitiĆ³ la afirmaciĆ³n mĆ”s extrema del poder papal en la historia de la Iglesia; la Bula papal conocida como Unam Sanctum = El ƚnico Santo, la mĆ”s famosa de todas las bulas de la Edad Media, que afirmaba la autoridad del Papa sobre todas las demĆ”s autoridades. Su significado era inconfundible. DeclarĆ³: "Es del todo necesario que todo ser humano estĆ© sometido al PontĆ­fice Romano".La respuesta de Felipe al Unam Sanctum no fue menos drĆ”stica. SolicitĆ³ la destituciĆ³n de Bonifacio alegando que su elecciĆ³n habĆ­a sido ilegal. Para llevar a cabo este plan, Felipe recurriĆ³ a Guillermo de Nogaret, el abogado que le ayudĆ³ a establecer las bases polĆ­ticas de Francia.Nogaret era tambiĆ©n un maestro en la presentaciĆ³n de las llamadas "pruebas".Ā  HabĆ­a conseguido testimonios para apoyar su caso por medios tan dudosos como desnudar a un testigo, untarlo de miel y colgarlo cerca de una colmena. Su caso contra Bonifacio iba mucho mĆ”s allĆ” de la acusaciĆ³n de que su elecciĆ³n era ilegĆ­tima. Nogaret afirmĆ³ que el Papa era culpable de herejĆ­a, simonĆ­a y grave inmoralidad. Autorizado por una asamblea francesa de clĆ©rigos y nobles, se apresurĆ³ a viajar a Italia para traer al Papa a Francia y juzgarlo ante un concilio eclesiĆ”stico.Bonifacio tenĆ­a 86 aƱos y habĆ­a abandonado Roma para pasar el verano. Se alojaba en su ciudad natal cuando Nogaret llegĆ³ con tropas. Irrumpieron en la habitaciĆ³n de Bonifacio, maltratĆ”ndolo violentamente. Esperaron unos dĆ­as a que se recuperara y se dispusieron a regresar a Francia. Pero los habitantes de la ciudad descubrieron lo que ocurrĆ­a y rescataron al Papa. MuriĆ³ unas semanas despuĆ©s, dĆ©bil y humillado.Este trĆ”gico asunto se convierte en una especie de marcador del hecho de que los gobernantes de Europa ya no tolerarĆ­an la interferencia papal en lo que consideraban asuntos polĆ­ticos. El problema era que, despuĆ©s de tantos siglos de Cristiandad, resultaba difĆ­cil determinar dĆ³nde terminaba la polĆ­tica y dĆ³nde empezaban los asuntos de la Iglesia. Lo que estaba claro era que el poder de un rey dentro de su propio paĆ­s era ahora un hecho.Al mismo tiempo, el abuso de un Papa, aunque fuera impopular, se resentĆ­a profundamente. A pesar de su declaraciĆ³n del Jubileo, Bonifacio no era un lĆ­der querido. HabĆ­a sido objetivo de muchas crĆ­ticas. Para que te hagas una idea de lo bajo que habĆ­a caĆ­do la estima de Bonifacio, Dante, autor de La Divina Comedia, le reservĆ³ un lugar en el infierno. Aun asĆ­, el Papa era el Vicario de Cristo. Pocas personas de aquella Ć©poca podĆ­an concebir el Cristianismo sin el Papa y la jerarquĆ­a eclesiĆ”stica que presidĆ­a.Incluso cuando no existĆ­a un vocabulario polĆ­tico para ello, la gente de principios del siglo XIV empezĆ³ a distinguir entre la autoridad secular y la religiosa y a reconocer los derechos de cada una en su propio lugar.Cuando el sucesor de Bonifacio muriĆ³ tras un breve reinado, el audaz golpe de Felipe pareciĆ³ dar sus frutos. En el aƱo 1305, el Colegio de Cardenales eligiĆ³ a un FrancĆ©s, el Arzobispo de Burdeos, como Papa Clemente V. Clemente nunca puso un pie en Roma, prefiriendo permanecer mĆ”s cerca de casa, donde siempre estaba accesible para cumplir las Ć³rdenes reales.La elecciĆ³n de Clemente marcĆ³ el inicio de un periodo de 72 aƱos llamado "La Cautividad BabilĆ³nica del Papado", en honor al exilio judĆ­o de unos 2000 aƱos antes. DespuĆ©s de Clemente, seis papas, todos franceses, gobernaron desde la ciudad francesa de AviĆ±Ć³n y no en Roma.Este traslado de los Papas a Francia era algo mĆ”s que una cuestiĆ³n geogrĆ”fica. En el pensamiento de los europeos, la Ciudad Eterna de Roma representaba no sĆ³lo la idea de la SucesiĆ³n ApostĆ³lica de la Iglesia fundada por San Pedro, sino tambiĆ©n del Imperio Romano. ĀæAviĆ±Ć³n estaba rodeada por quĆ©? El Reino de Francia. La Iglesia era un mero instrumento en manos de una naciĆ³n, la francesa, sedienta de poder.Esto se resintiĆ³ amargamente en Alemania. En el aƱo 1324, el Emperador Luis el BĆ”varo actuĆ³ contra el Papa FrancĆ©s Juan XXII apelando a un concilio general. Entre los eruditos que apoyaban tal medida estaba Marsilio de Padua, que habĆ­a huido de la Universidad de ParĆ­s. En 1326, Marsilio y su colega Juan de JandĆŗn presentaron a Luis una obra titulada Defensor de la paz. En ella se cuestionaba toda la estructura papal de la Iglesia y se abogaba por un gobierno democrĆ”tico. Defensor de la Paz afirmaba que la Iglesia era la comunidad de todos los creyentes y que el sacerdocio no era superior a los laicos. Ni los papas, ni los obispos, ni los sacerdotes tenĆ­an ninguna funciĆ³n especial; sĆ³lo servĆ­an como agentes de la comunidad de creyentes.En esta visiĆ³n revolucionaria de la Iglesia, el Papa se convertĆ­a en un cargo ejecutivo del consejo eclesiĆ”stico, que eran simplemente ancianos espirituales. El Papa estaba subordinado a la autoridad del Consejo. Esta nueva forma de gobierno de la Iglesia se llamĆ³ Conciliarismo. Pronto pasarĆ­a de la teorĆ­a a la prĆ”ctica.Pero eso -como solemos decir- es tema para otro podcast._________________Deseo dedicar un momento al final de este episodio para dar las gracias una vez mĆ”s a todos los que se han tomado la molestia de hacernos una reseƱa en iTunes. Al ser el mayor portal de podcasts, las opiniones allĆ­ ayudan mucho a promocionar CS.Y gracias a quienes han hecho donaciones a CS recientemente. Cada donaciĆ³n se utiliza para mantener el podcast en funcionamiento.
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  • 67 Aqui no hay bobos
    Este episodio de CS se titula: "AquĆ­ No Hay Bobos".Los Franciscanos tenĆ­an una respuesta al EscolĆ”stico Dominico que vimos en el episodio anterior. De hecho, el equivalente Franciscano de Aquino viviĆ³ en la misma Ć©poca. Se llamaba Juan Buenaventura.Nacido en Toscana en 1221 como Juan Fidanza, pasĆ³ a ser conocido como Buenaventura cuando se recuperĆ³ milagrosamente de una grave enfermedad siendo un niƱo de cuatro aƱos. Al recobrar la salud, su madre anunciĆ³: "Buenaventura = Buena fortuna" y el nombre se le quedĆ³ grabado.Mientras que Aquino era predominantemente un teĆ³logo, Buenaventura era a la vez teĆ³logo y un consumado administrador en los asuntos de los Franciscanos. Donde TomĆ”s era preciso pero seco, Juan era un mĆ­stico dado a la gran elocuencia. Si Aquino era prosa, Buenaventura era poesĆ­a.Buenaventura se uniĆ³ a los Franciscanos e inmediatamente destacĆ³ en sus estudios. PasĆ³ 3 aƱos en ParĆ­s estudiando con el escolĆ”stico Alejandro de Hales. Alejandro hizo un gran cumplido a su alumno cuando dijo que en Buenaventura "AdĆ”n parece no haber pecado".Terminados sus estudios en ParĆ­s, se quedĆ³ a enseƱar, ocupando el puesto de Juan de Parma cuando Ć©ste asumiĆ³ la direcciĆ³n de los Franciscanos. SĆ³lo tenĆ­a 26 aƱos. A esa edad, cualquiera se habrĆ­a visto sobrepasado, pues Buenaventura se convirtiĆ³ en el lĆ­der de los Franciscanos cuando Ć©stos estaban siendo divididos por la fractura de la que hablamos en un episodio anterior. AdoptĆ³ una posiciĆ³n intermedia entre las dos partes y fue capaz de negociar una paz incĆ³moda. Fue una tarea brutalmente dura, pero Buenaventura la llevĆ³ a cabo con aplomo y se ganĆ³ el tĆ­tulo de 2Āŗ fundador de la orden.Durante su mandato al frente de los Franciscanos, se puso en cuestiĆ³n toda la idea de la vida mendicante. EscribiĆ³ un tratado que acallĆ³ la oposiciĆ³n y reforzĆ³ el apoyo a los Mendicantes.Bajo la direcciĆ³n del primer Consejo General Franciscano de Narbona en 1260, escribiĆ³ la Leyenda de Francisco, el relato Franciscano autorizado sobre el fundador de la Orden.En 1273 fue nombrado cardenal de Albano (Italia). MuriĆ³ en Lyon mientras asistĆ­a a un concilio eclesiĆ”stico en 1274. El Papa le aplicĆ³ la extrema unciĆ³n y a su funeral asistieron dignatarios de todo el mundo Cristiano. Fue declarado "Doctor de la Iglesia" en 1587, uno de los mĆ”s altos honores que puede conceder la Iglesia Romana.Dante, feroz crĆ­tico de la religiĆ³n fingida, concediĆ³ a Buenaventura un gran honor al situarlo junto a TomĆ”s de Aquino.Ambos serĆ”n considerados siempre por los estudiosos de la historia uno al lado del otro. Un historiador de la teologĆ­a medieval los llama las estrellas iluminadoras en el horizonte del siglo XIII. Aquino tenĆ­a la mente mĆ”s aguda, pero Buenaventura el corazĆ³n mĆ”s cĆ”lido. QuizĆ” por eso cada uno se uniĆ³ a sus respectivas Ć³rdenes: TomĆ”s a los Dominicos y Juan a los Franciscanos.Buenaventura gozĆ³ de gran popularidad como predicador. Al ser poeta, sus sermones eran mucho mĆ”s elocuentes que los de sus compaƱeros.Cuando Buenaventura escribiĆ³, al igual que Aquino, se dedicĆ³ a la teologĆ­a y contribuyĆ³ en gran medida a la depuraciĆ³n del pensamiento de la Ć©poca. Para dar una idea del tipo de cosas con las que luchaban los EscolĆ”sticos, he aquĆ­ algunos de los temas en los que intervino Buenaventura. . . .La Trinidad, la creaciĆ³n, el pecado, la EncarnaciĆ³n, la gracia, el EspĆ­ritu Santo, los sacramentos y el MĆ”s AllĆ”. Una vez tratados estos temas bĆ”sicos, se ocupĆ³ de toda una serie de otros temas mĆ”s populares de discutir. Cosas como. . .- ĀæPodrĆ­a Dios haber hecho un mundo mejor?- ĀæPodrĆ­a haberlo hecho antes de lo que lo hizo?- ĀæPuede un Ć”ngel estar en varios lugares al mismo tiempo?- ĀæPueden varios Ć”ngeles estar al mismo tiempo en el mismo lugar?- En el momento de su creaciĆ³n, ĀæLucifer era corrupto?o ĀæPertenecĆ­a al orden de los Ć”ngeles?- ĀæExiste una jerarquĆ­a entre los Ć”ngeles caĆ­dos?- ĀæTienen los demonios conocimiento previo de los acontecimientos contingentes?Buenaventura discutiĆ³ si hubo o no relaciones sexuales antes de la CaĆ­da, si antes de la CaĆ­da el hombre y la mujer eran iguales o no, si AdĆ”n o Eva pecaron mĆ”s gravemente al comer el fruto prohibido.Con cosas tan pesadas e importantes, no es de extraƱar que estos tipos pasaran buena parte de su tiempo sentados en un escritorio, estudiando.Buenaventura estaba de acuerdo con Aquino en negar que MarĆ­a fuera concebida inmaculadamente y estuviera libre del pecado original. DiscrepĆ³ con su colega Franciscano, Duns Escoto, en la cuestiĆ³n de la transubstanciaciĆ³n. Aunque Escoto discrepaba de Aquino sobre en quĆ© se convertĆ­an exactamente el pan y el vino, aceptaba la idea de QUE se convertĆ­an en algo MƁS que mero pan y vino, mientras que Buenaventura mantenĆ­a la naturaleza simbĆ³lica de los elementos de la ComuniĆ³n.Aunque Buenaventura era una mente brillante, no es por su teologĆ­a por lo que es conocido. Es difĆ­cil serlo cuando vives en la misma Ć©poca que TomĆ”s de Aquino. Es mĆ”s conocido como mĆ­stico y autor de la Vida de San Francisco.Mientras que la Summa de Aquino se convirtiĆ³ en el libro de texto teolĆ³gico de la Iglesia Romana, fueron los escritos devocionales de Buenaventura los que agitaron los corazones de miles de sacerdotes comunes para que buscaran a Dios por la gracia y a travĆ©s de Su Palabra.______________________________________________________________________________Esto nos lleva a otro Franciscano y al Ćŗltimo de los EscolĆ”sticos que consideraremos, Juan Duns [hecho] Escoto.PermĆ­teme comenzar diciendo que los Escotistas, los seguidores de Duns Escoto, y los Tomistas, que seguĆ­an a Aquino, forman las 2 grandes escuelas teolĆ³gicas de la Edad Media. La batalla entre ellas fue feroz; a veces violenta.Debo decir que, al repasar la obra de Escoto, me resulta difĆ­cil comprender su pensamiento. Como sĆ³lo tengo una inteligencia media, la mayor parte de su obra me sobrepasa. Escoto era un verdadero cerebrito y cuando le leo, me pierdo. IntentarĆ© resumir su obra mĆ”s adelante, pero antes echemos un vistazo a su vida. Podemos abarcarla rĆ”pidamente, porque, bueno, no sabemos casi nada de Ć©l.NaciĆ³ como "John Duns [hecho]"; en Escocia; de ahĆ­ el apodo latino de "Escoto" por el que es mĆ”s conocido. Escoto se hizo sacerdote y se uniĆ³ a los Franciscanos. La mayor parte de su carrera la pasĆ³ dando clases en Oxford. Finalmente enseĆ±Ć³ en ParĆ­s y Colonia, donde muriĆ³ en 1308. Un monumento a Escoto en la iglesia de los Franciscanos de Colonia lleva esta inscripciĆ³n:-Escocia me dio a luz, Inglaterra me amamantĆ³, Galia me educĆ³, Colonia guarda mis cenizas.Entre las historias que se cuentan de Duns Escoto hay una que da mĆ”s luz sobre sus pensamientos que capĆ­tulos enteros de sus complejos discursos escritos.Escoto conversĆ³ con un granjero inglĆ©s sobre el tema de la religiĆ³n. La conversaciĆ³n girĆ³ en torno a la predestinaciĆ³n.Ā  El granjero, que estaba sembrando su campo, dijo a Escoto: "ĀæPor quĆ© me hablas? Si Dios sabe de antemano que me salvarĆ©, me salvarĆ© tanto si hago el bien como si hago el mal".Escoto replicĆ³ "Pues bien, si Dios ha sabido de antemano que el grano de tu bolsa crecerĆ” en esta tierra, crecerĆ” tanto si siembras como si retienes tu mano. MĆ”s vale que te ahorres el trabajo que te cuesta".La mente de Escoto era mĆ”s crĆ­tica que constructiva. TendĆ­a a desmenuzar los pensamientos y conclusiones de los demĆ”s mĆ”s que a desarrollar o declarar sus propias posiciones. Su obra parece reaccionaria, aunque sĆ³lo utilizaba el mĆ©todo dialĆ©ctico de moda entre los escolĆ”sticos.RecordarĆ”s que el gran empeƱo de los escolĆ”sticos era vincular la fe y la razĆ³n; demostrar que la fe no era irracional, sino super-racional. PretendĆ­an demostrar que el intelecto era una herramienta para informar y fortalecer la fe, no para debilitarla.A Escoto se le considera el Ćŗltimo de los EscolĆ”sticos porque su obra debilitĆ³ su empeƱo. Utilizando la metodologĆ­a cuestionadora de la dialĆ©ctica, atacĆ³, no la suficiencia de la fe como algunos escolĆ”sticos, sino la suficiencia de la razĆ³n como medio para llegar al conocimiento. SometiĆ³ las proposiciones escolĆ”sticas a un intenso escrutinio. MostrĆ³ cĆ³mo varias de las proposiciones teolĆ³gicas de la Iglesia eran difĆ­ciles de sostener por la razĆ³n, y sin embargo la Iglesia decĆ­a que eran verdaderas. AsĆ­ pues, el problema debĆ­a estar en la razĆ³n, no en el dogma de la Iglesia. Algunas cosas debĆ­an aceptarse, decĆ­a, por la fe.La habilidad de Escoto para plantear preguntas que acorralaban a la gente en rincones lĆ³gicos le acumulo partidarios y enemigos. A veces, sus pensamientos eran tan elaborados; sus escritos, tan confusos, que hoy nos referimos en ingles a una persona mentalmente desorganizada u confundida como un ā€œdunceā€ o "bobo" en espaƱol, palabra derivada del nombre de Duns Escoto en ingles.Escoto dedicĆ³ gran parte de su tiempo al tema de la voluntad. Es su trabajo sobre ella, el que enmarcĆ³ la base filosĆ³fica de los Reformadores y sus puntos de vista sobre la SoberanĆ­a y la ElecciĆ³n de Dios.Escoto fue el primer teĆ³logo CatĆ³lico importante que apoyĆ³ la doctrina de la Inmaculada ConcepciĆ³n de la Virgen MarĆ­a. SegĆŗn Ć©sta, la madre de JesĆŗs, aunque nacida de padres humanos, fue concebida en santidad, sin la mancha del pecado original. Esta idea habĆ­a sido expuesta un siglo antes en Francia, donde inmediatamente suscitĆ³ controversia. Escoto defendiĆ³ este punto de vista en un debate pĆŗblico en ParĆ­s, empleando doscientas lĆ­neas de argumentaciĆ³n en su apoyo y ganĆ”ndose a la universidad para su bando. Aunque Aquino la rechazĆ³, la opiniĆ³n de Escoto se impuso. En diciembre de 1854, el Papa PĆ­o IX, Franciscano, declarĆ³ que la doctrina de la Inmaculada ConcepciĆ³n era un hecho divinamente revelado y un dogma CatĆ³lico oficial.La reputaciĆ³n de Aquino en filosofĆ­a y teologĆ­a ha eclipsado la de Escoto, aunque Ć©ste influyĆ³ en un amplio abanico de pensadores posteriores, como el filĆ³sofo protestante alemĆ”n del siglo XVIII Leibniz y el teĆ³logo CatĆ³lico francĆ©s del siglo XX Teilhard de Chardin. El existencialismo del siglo XX resucitĆ³ el Ć©nfasis de Escoto en la voluntad por encima de la razĆ³n.Si asistes a una clase de filosofĆ­a en la universidad hoy en dĆ­a, lo mĆ”s probable es que te digan que la fe y la razĆ³n son cosas totalmente separadas. La razĆ³n, se postula, se basa en la evidencia y en la facultad de la mente. La fe estĆ” divorciada tanto de la razĆ³n como de la evidencia, y la razĆ³n siempre triunfa sobre la fe. Se trata de un giro completo con respecto a los EscolĆ”sticos, a quienes pueden atribuirse algunos de los momentos mĆ”s elevados de la larga historia del anĆ”lisis filosĆ³fico. Para ellos, la fe era lo primero, y la razĆ³n una herramienta que ayudaba a completar y reforzar la fe.Duns Escoto comenzĆ³ a alejarse de eso mostrando lo poco fiable que podĆ­a ser la razĆ³n. Su objetivo era recordar a los EscolĆ”sticos que, al hacer hincapiĆ© en la razĆ³n, habĆ­an descuidado la primacĆ­a de la Fe. Pero en el divorcio que postulĆ³ entre fe y razĆ³n, lo que ocurriĆ³ fue que pensadores posteriores corrieron con la razĆ³n como separada y superior a la fe. Si Duns Escoto apareciera hoy en una conferencia de filosofĆ­a universitaria, llorarĆ­a porque sus ideas han sido tan poco desarrolladas. Y aniquilarĆ­a el pensamiento deficiente del profesor laico.
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  • 66 El Buey de Dios
    Este Episodio se titula "El Buey de Dios". Empiezo con un agradecimiento a quienes han hecho una reseƱa de CS en la tienda iTunes, donde muchos se suscriben al podcast. Aunque iTunes es sĆ³lo una salida para el mundo de los podcasts, resulta ser EL PRINCIPAL lugar para calificar y promocionar podcasts.Mira, lo que hacemos aquĆ­ es totalmente un trabajo de aficionados. CS es una labor de amor y no pretende ser una revisiĆ³n erudita de la historia. Comparto estos episodios con la esperanza de que otros puedan acompaƱarme y aprender conmigo. No pretendo que sea exhaustivo. Al contrario, es un relato superficial que pretende dar una breve visiĆ³n general de la historia de la Iglesia; una especie de repaso verbal, con momentos ocasionales en los que nos detenemos en algo interesante. Pretendo dar a los oyentes una idea bĆ”sica de cuĆ”ndo ocurrieron los acontecimientos en relaciĆ³n con los demĆ”s; quiĆ©nes fueron algunos de los principales actores y actrices con el papel que desempeƱaron. Y, como he dicho antes, los episodios son intencionadamente cortos para facilitar que se escuchen en los breves momentos en que la gente estĆ” haciendo ejercicio, haciendo tareas domĆ©sticas, dando un paseo, yendo en coche al trabajo. Lo que es una maravilla es oĆ­r todas las formas en que la gente se HA conectado a CS. Algunos han descargado un montĆ³n de episodios y los han escuchado mientras cruzaban el paĆ­s en coche o volaban al extranjero.Hace un tiempo estaba en una conferencia, hablando tranquilamente con unos amigos, cuando un tipo sentado en la fila de delante se volviĆ³ y me dijo: "ĀæEres Lance? ĀæTienes el podcast Communio Sanctorum?". ReconociĆ³ mi voz. Lo pasamos muy bien conociĆ©ndonos mejor. En otra ocasiĆ³n, durante un viaje por Israel, conocĆ­ a un tipo en el comedor de uno de nuestros hoteles que es fan del podcast. Eso sĆ­ que fue un acontecimiento.Este Podcast en espaƱol empezĆ³ de igual manera cuando su servidor Roberto Aguayo conociĆ³ a Lance despuĆ©s de escuchar Ć©l podcast y le pidiĆ³ si lo podĆ­a traducir y grabar en espaƱol. No sĆ© si fui yo, pero igual me sentĆ© delante de Lance en una conferencia de pastores y reconocĆ­ su voz detrĆ”s de mĆ­ y me volteĆ© a saludarlo. AsĆ­ comenzĆ³ esta aventura.De todos modos, agradezco que la gente deje comentarios en la pĆ”gina de FB o envĆ­e un correo electrĆ³nico. Pero lo mejor de todo es calificar el podcast y escribir una reseƱa rĆ”pida en iTunes, y luego decirles a tus amigos que nos escuchen.______________________________________________________________________________________________________________Ahora, volvamos a los EscolĆ”sticos.Aunque impulsado por la obra de Abelardo y Anselmo, el escolasticismo alcanzĆ³ su apogeo cuando el filĆ³sofo griego AristĆ³teles fue redescubierto por los eruditos europeos. Las Cruzadas entraron en contacto con eruditos musulmanes que debatieron la filosofĆ­a de AristĆ³teles. Sus pensamientos regresaron con los Cruzados y se transmitieron a las escuelas teolĆ³gicas ubicadas en las Ć³rdenes mendicantes de los Dominicos y los Franciscanos. Ɖstos eran los grupos a los que la Iglesia habĆ­a encomendado el estudio de la teologĆ­a.Ā  A mediados del siglo XIII, se produjo una especie de renacimiento de AristĆ³teles en estas escuelas. Es curioso que a principios del siglo XIII se prohibiera la lectura de AristĆ³teles. Al fin y al cabo, era un griego pagano. ĀæQuĆ© podĆ­an aprender de Ć©l los cristianos? Pero, como sabe cualquier universitario, hay una forma de asegurarse de que algo se lea. Prohibirlo. AsĆ­ que un par de dĆ©cadas despuĆ©s, se permitiĆ³ la lectura de partes de AristĆ³teles. A mediados de siglo, era lectura obligatoria y tanto Ć©l como su mentor PlatĆ³n y su maestro SĆ³crates fueron bautizados extraoficialmente y convertidos en santos precristianos.Tiene sentido que la filosofĆ­a de AristĆ³teles resucitara cuando recordamos que el objetivo de los escolĆ”sticos era aplicar la razĆ³n a la fe; tratar de comprender con la mente racional lo que el espĆ­ritu ya creĆ­a. Fue AristĆ³teles quien habĆ­a desarrollado las reglas de la lĆ³gica formal.Durante la Edad Media en Europa, todo el aprendizaje tenĆ­a lugar bajo la atenta mirada de la Iglesia. La teologĆ­a reinaba entre las ciencias. FilĆ³sofos como AristĆ³teles, el musulmĆ”n Averroes [ah-ver-O -ee] y el judĆ­o MaimĆ³nides eran estudiados junto a la Biblia. Los eruditos estaban especialmente fascinados por AristĆ³teles. ParecĆ­a haber explicado todo el universo, no utilizando las Escrituras, sino sus poderes de observaciĆ³n y razĆ³n.Para algunos ultraconservadores, este Ć©nfasis en la razĆ³n amenazaba con debilitar las creencias tradicionales. Los cristianos habĆ­an llegado a pensar que el conocimiento sĆ³lo podĆ­a llegar a travĆ©s de la revelaciĆ³n de Dios, que sĆ³lo aquellos a quienes Dios decidiera revelar la verdad podĆ­an comprender el universo. ĀæCĆ³mo podĆ­a cuadrar esto con el conocimiento que enseƱaban estas filosofĆ­as reciĆ©n redescubiertas?__________________________________________________________________________________________________________La cumbre de la teologĆ­a escolĆ”stica llegĆ³ con TomĆ”s de Aquino. Su obra marcĆ³ para siempre la direcciĆ³n del Catolicismo. Su influencia fue tan profunda que se le dio el tĆ­tulo de "Dr. Angelicus - el Doctor AngĆ©lico". Su obra magna fue la Suma TeolĆ³gica, en la que afirmaba que el razonamiento filosĆ³fico y la fe eran complementos perfectos: La razĆ³n conduce a la fe.NaciĆ³ en Italia, hijo del conde Lundulfo de Aquino y de su esposa Teodora. Desde muy joven quedĆ³ claro que TomĆ”s serĆ­a un niƱo fĆ­sicamente corpulento. A los 5 aƱos fue enviado a una escuela en el cercano monasterio de Monte Cassino que Benito habĆ­a iniciado 700 aƱos antes. A los 14, TomĆ”s fue a la Universidad de NĆ”poles, donde su maestro Dominico le impresionĆ³ tanto que TomĆ”s decidiĆ³ que Ć©l tambiĆ©n se unirĆ­a a la nueva orden Dominicana, orientada al estudio.Su familia se opuso ferozmente, esperando que se convirtiera en un rico abad o arzobispo en lugar de hacer el voto de pobreza de los mendicantes. Los hermanos de TomĆ”s lo secuestraron y confinaron durante mĆ”s de un aƱo. Su familia le tentĆ³ con una prostituta y una oferta para comprarle el arzobispado de NĆ”poles. TomĆ”s no quiso. Se marchĆ³ a ParĆ­s, sede de los estudios teolĆ³gicos de la Europa medieval. AllĆ­ cayĆ³ bajo el hechizo del erudito Alberto Magno.Cuando TomĆ”s comenzĆ³ sus estudios, nadie sospecharĆ­a el futuro que le aguardaba. Era colosalmente obeso, gran parte de su tamaƱo se debĆ­a a que padecĆ­a edema, tambiĆ©n conocido como hidropesĆ­a. TenĆ­a un ojo enorme que empequeƱecĆ­a al otro y daba a su rostro un aspecto distorsionado que muchos encontraban desconcertante. Socialmente, era cualquier cosa menos la figura dinĆ”mica y carismĆ”tica que algunos podrĆ­an suponer; ya sabes, algo para compensar su torpe aspecto fĆ­sico.Ā  Aquino era introspectivo y silencioso la mayor parte del tiempo. Cuando hablaba, lo que decĆ­a a menudo no tenĆ­a nada que ver con la conversaciĆ³n en curso. En la universidad, sus compaƱeros le llamaban "el buey tonto", un tĆ­tulo que parecĆ­a apropiado tanto por su aspecto como por su comportamiento.De lo que la gente no se dio cuenta hasta mĆ”s tarde fue de la mente increĆ­blemente aguda que se escondĆ­a tras su aspecto discreto, y de la brillante forma en que era capaz de ordenar sus pensamientos en un lenguaje persuasivo que los demĆ”s pudieran entender. Recuerda que el objetivo de los escolĆ”sticos era proporcionar una comprensiĆ³n racional a lo que creen los cristianos. Aquino dio un apoyo crĆ­tico a doctrinas como los atributos de Dios, la ResurrecciĆ³n y la creaciĆ³n ex-nihilo; la creaciĆ³n a partir de la nada. Aunque Ć©stas son cosas que defienden la mayorĆ­a de los cristianos, Aquino tambiĆ©n apoyĆ³ creencias claramente Romanas, como la veneraciĆ³n de MarĆ­a, el purgatorio, el papel del mĆ©rito humano en la salvaciĆ³n y los siete sacramentos por los que Dios transmite la gracia a travĆ©s del clero Romano. TambiĆ©n dio mucho apoyo a la TransubstanciaciĆ³n, la idea de que los elementos de la ComuniĆ³n se convierten en el cuerpo y la sangre reales y literales de Cristo en la Misa.Sus pensamientos teolĆ³gicos y filosĆ³ficos le consumĆ­an. SegĆŗn un relato, estaba cenando con el rey Luis IX de Francia. Mientras los demĆ”s conversaban, TomĆ”s miraba al vacĆ­o, ensimismado. Olvidando o sin importarle dĆ³nde estaba, golpeĆ³ la mesa con el puƱo y gritĆ³: "Ā”Ah! He aquĆ­ un argumento que destruirĆ” a los Maniqueos". -- un grupo herĆ©tico de Ć©pocas pasadas.Al principio de su Suma TeolĆ³gica, TomĆ”s distinguiĆ³ entre filosofĆ­a y teologĆ­a, entre razĆ³n y revelaciĆ³n. Contrariamente a lo que algunos habĆ­an afirmado, la verdadera teologĆ­a y la filosofĆ­a no se contradicen. Cada una de ellas es una vĆ­a de conocimiento ordenada por Dios.Siguiendo a AristĆ³teles, TomĆ”s propuso que la razĆ³n se basa en lo que nos dicen nuestros sentidos: lo que podemos ver, sentir, oĆ­r, oler y tocar. La RevelaciĆ³n se basa en algo mĆ”s. Aunque la razĆ³n puede llevarnos a creer en Dios -algo que ya habĆ­an dicho otros teĆ³logos como Anselmo-, sĆ³lo la revelaciĆ³n puede mostrarnos a Dios tal como es realmente, el Dios de la Biblia. La filosofĆ­a deja clara la existencia de Dios. Pero sĆ³lo la teologĆ­a basada en la RevelaciĆ³n nos dice cĆ³mo es el Dios que existe.TomĆ”s aceptĆ³ el principio de AristĆ³teles de que todo efecto tiene una causa, toda causa una causa anterior, y asĆ­ sucesivamente hasta la Causa Primera. DeclarĆ³ que la creaciĆ³n se remonta a una Causa Primera divina, el Creador. Sin embargo, el conocimiento pleno de Dios -la Trinidad, por ejemplo- sĆ³lo llega a travĆ©s de la revelaciĆ³n. A partir de este conocimiento descubrimos el origen y el destino del hombre.Aquino continĆŗa: "El hombre es un pecador necesitado de salvaciĆ³n: El hombre es un pecador necesitado de una gracia especial de Dios. Jesucristo, con su sacrificio, ha conseguido la reconciliaciĆ³n del hombre con Dios. Todos los que reciben los beneficios de la obra de Cristo estĆ”n justificados, pero la clave, como en la enseƱanza catĆ³lica tradicional, reside en la forma en que se aplican los beneficios de la obra de Cristo. Cristo ganĆ³ la gracia; pero la Iglesia la imparte. Aquino enseĆ±Ć³ que los cristianos necesitan la infusiĆ³n constante de la "gracia cooperante", mediante la cual se estimulan en el alma las virtudes cristianas. Ayudado por esta gracia cooperante, el cristiano puede hacer obras que agraden a Dios y ganar mĆ©ritos especiales a los ojos de Dios.Esta gracia, decĆ­a Aquino, sĆ³lo llega a los hombres a travĆ©s de los sacramentos divinamente designados y puestos bajo la custodia de la Iglesia; es decir, la Iglesia romana visible y organizada, dirigida por el Papa. Tan convencido estaba Aquino de la autoridad divina del Papado que insistĆ­a en que la sumisiĆ³n al Papa era necesaria para la salvaciĆ³n.Siguiendo a un escolĆ”stico anterior, Pedro de LombardĆ­a, Aquino sostuvo que los siete sacramentos son un medio por el que la Iglesia imparte la gracia a las personas. DecĆ­a que, puesto que el pecado sigue siendo un problema para el creyente bautizado, Dios proporcionaba la penitencia, un sacramento que permitĆ­a la curaciĆ³n espiritual.Con cierta cautela, TomĆ”s tambiĆ©n aceptĆ³ la prĆ”ctica de las indulgencias que habĆ­a ganado aceptaciĆ³n durante las Cruzadas. Aquino enseƱaba que, gracias a la obra de Cristo y a los hechos meritorios de los santos, la Iglesia tenĆ­a acceso a un "tesoro de mĆ©ritos", una especie de gran reserva espiritual de bondad sobrante. Los sacerdotes podĆ­an recurrir a este depĆ³sito para ayudar a los cristianos que no tuvieran mĆ©ritos propios suficientes. Examinaremos mĆ”s detenidamente las indulgencias mĆ”s adelante, cuando lleguemos a la Reforma.Aquino dijo que los malvados pasan al infierno, mientras que los fieles que han utilizado sabiamente los medios de gracia pasan inmediatamente al cielo. Pero el grueso de los cristianos que habĆ­an seguido a Cristo de forma inadecuada, tenĆ­an que sufrir la purificaciĆ³n en el purgatorio antes de ascender a las alegrĆ­as del cielo. Afortunadamente, estas almas no estĆ”n mĆ”s allĆ” de la ayuda de la Iglesia en la Tierra, razonaba Aquino. Las oraciones a los santos y las misas especiales podĆ­an aliviar las penas de las almas del purgatorio.Ahora bien, no habĆ­a nada nuevo en todo esto. Ya se habĆ­a dicho muchas veces. Pero TomĆ”s situĆ³ las enseƱanzas tradicionales de la Iglesia en un marco cĆ³smico.Los escritos de TomĆ”s, y habĆ­a mĆ”s de los que contenĆ­a la Summa, fueron atacados antes de que estuviera en la tumba. En 1277, el arzobispo de ParĆ­s intentĆ³ que se condenara a TomĆ”s, pero el clero de Roma lo impidiĆ³. Aunque TomĆ”s fue canonizado en 1325, pasaron otros 200 aƱos antes de que sus enseƱanzas fueran aclamadas como preeminentes y una importante refutaciĆ³n del protestantismo. Sus escritos desempeƱaron un papel destacado en el Concilio de Trento de la Contrarreforma.En 1879, una bula papal respaldĆ³ la teologĆ­a de Aquino, hoy conocida como Tomismo, como expresiĆ³n autĆ©ntica de la doctrina y dijo que debĆ­a ser estudiada por todos los estudiantes de teologĆ­a. Tanto los eruditos Protestantes como los CatĆ³licos estudian profundamente su obra.Probablemente, el propio TomĆ”s no estarĆ­a satisfecho. Hacia el final de su vida, tuvo una visiĆ³n que le obligĆ³ a abandonar su pluma. Aunque habĆ­a experimentado tales visiones durante aƱos, Ć©sta era diferente. Su secretario le rogĆ³ que recogiera la pluma y continuara, pero Aquino replicĆ³: "No puedo. Se me han revelado tales cosas que lo que he escrito no parece mĆ”s que paja". Su Suma TeolĆ³gica, uno de los escritos mĆ”s influyentes de la historia de la Iglesia, quedĆ³ inconclusa cuando muriĆ³ tres meses despuĆ©s.
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  • 65 Escolasticismo
    El tĆ­tulo de este episodio 65 es Escolasticismo_________________________________________________Una de las cuestiones mĆ”s importantes a las que se han enfrentado filĆ³sofos y teĆ³logos a lo largo de los siglos ha sido la interacciĆ³n entre la Fe y la RazĆ³n. ĀæSon enemigas o aliadas? ĀæLa fe cristiana es razonable o un salto ciego hacia una oscuridad irracional? Un gran avance en la respuesta a esto se produjo con la apariciĆ³n de un grupo de teĆ³logos medievales conocidos como los EscolĆ”sticos. Entre ellos destacan Anselmo de Canterbury en el siglo XI y TomĆ”s de Aquino en el XIII.En su novela Los Pilares de la Tierra, el autor Ken Follett teje una intrigante historia sobre la construcciĆ³n de una catedral en Inglaterra. Aunque la catedral y la ciudad son ficticias, Follett hace un trabajo magistral al captar la mentalidad y la visiĆ³n de la arquitectura medieval.He tenido el privilegio de visitar varias veces la catedral de Colonia, en Alemania, y me fascina lo que allĆ­ se encuentra. Mientras que a algunos evangĆ©licos estadounidenses modernos que critican la tradiciĆ³n puede que les eche para atrĆ”s toda la elaborada decoraciĆ³n y el simbolismo religioso de las catedrales GĆ³ticas de Europa, la mayorĆ­a las encuentran fascinantes estudios de arte, arquitectura y, con un poco de investigaciĆ³n, interesantes expresiones de pensamiento teolĆ³gico. VerĆ”s, la catedral GĆ³tica no era sĆ³lo un edificio; era un intento de encarnar los pensamientos de la Ć©poca sobre Dios y el hombre.Ā  Como dice Bruce Shelly: "Los maestros medievales del estilo gĆ³tico intentaron representar en piedra y cristal la bĆŗsqueda religiosa central del hombre. QuerĆ­an representar una tensiĆ³n. Por un lado estaba el hombre que aspiraba a alcanzar las alturas del cielo; por otro, estaba Dios que condescenderĆ­a a dirigirse al mĆ”s pequeƱo de los hombres".Las columnas, los arcos y los campanarios apuntan hacia arriba como dedos hacia el cielo. Pero hacia abajo llega la luz a travĆ©s de las vidrieras que iluminan la Tierra y, mĆ”s concretamente, a quienes se han reunido en su interior para buscar a Dios. Es la versiĆ³n del arquitecto de la razĆ³n humana y la revelaciĆ³n divina.Las escuelas que albergaban estas catedrales dieron origen a las universidades de la Edad Media posterior. Su tarea consistĆ­a en comprender y explicar la CreaciĆ³n a la luz de la Palabra y los Caminos revelados de Dios. Al igual que las Cruzadas fueron un intento de extender la autoridad de Dios sobre el Medio Oriente, las universidades esperaban extender la comprensiĆ³n de Dios y Su creaciĆ³n sobre el reino de la mente.Pero, ĀæcĆ³mo se sometĆ­a el mundo de las ideas al gobierno de Dios? ĀæCĆ³mo iba a convertirse la razĆ³n en sierva de la fe? Esta Ć©poca del pensamiento cristiano se denomina "EscolĆ”stica" porque surgieron mĆ©todos distintivos de erudiciĆ³n y surgiĆ³ una teologĆ­a Ćŗnica. El objetivo de los escolĆ”sticos era doble: conciliar la doctrina cristiana con la razĆ³n humana y ordenar las enseƱanzas de la Iglesia en un sistema ordenado.Pero, es importante que seƱalemos desde el principio que una bĆŗsqueda libre de la verdad no estaba en el horizonte de los escolĆ”sticos. Las doctrinas de la fe cristiana ya estaban fijadas. El propĆ³sito de los escolĆ”sticos era mostrar la razonabilidad de esas doctrinas y explicarlas.Las primeras universidades estaban Ć­ntimamente ligadas a la Iglesia. SolĆ­an tener su sede en las catedrales. Un acadĆ©mico medieval era, la mayorĆ­a de las veces, un sacerdote o un monje. Esto comenzĆ³ siglos antes, cuando Benito de Nursia insistiĆ³ en que los monjes estudiaran como medio para su desarrollo espiritual. En el siglo VIII, Carlomagno, mientras soƱaba con un imperio cristiano, ampliĆ³ las oportunidades de estudio mediante un decreto por el que cada monasterio debĆ­a tener una escuela para enseƱar a los capaces de aprender. El propio emperador dio ejemplo con una escuela en el palacio para sus hijos y la corte.Aunque las escuelas de las catedrales se crearon principalmente para formar al clero, no pasĆ³ mucho tiempo antes de que los laicos fueran invitados a asistir tambiĆ©n.El plan de estudios se limitaba a gramĆ”tica, retĆ³rica, lĆ³gica, aritmĆ©tica, geometrĆ­a, mĆŗsica y astronomĆ­a -las 7 artes liberales, llamadas asĆ­ porque en la antigua Roma su estudio se habĆ­a reservado a los liberi = hombres libres-.Ā  Los pocos textos disponibles eran escritos de un puƱado de eruditos de la Alta Edad Media. Los estudiantes aprendĆ­an de Casiodoro, Boecio, AgustĆ­n, el Papa Gregorio Magno y un puƱado de Padres de la Iglesia que el estudiante medieval no se atrevĆ­a a cuestionar.Podemos rastrear el nacimiento de las grandes universidades medievales a la influencia de varios maestros destacados. Fue su habilidad en la enseƱanza y su entusiasmo por el aprendizaje lo que atrajo a los estudiantes.Entre los primeros de esta nueva raza de eruditos se encontraba Gerberto, maestro de la escuela catedralicia de Reims [reems] en la segunda mitad del siglo X. Aunque procedĆ­a de una familia de campesinos, Gerberto se convirtiĆ³ en el papa Silvestre II. Su genio fue reconocido muy pronto, por lo que fue enviado a estudiar matemĆ”ticas a EspaƱa. AllĆ­ conociĆ³ la cultura tolerante de los musulmanes. Ɖsta fue la primera de varias contribuciones significativas de los musulmanes al despertar intelectual cristiano de la Edad Media.Gerberto regresĆ³ a Reims muy impresionado por el espĆ­ritu investigador e inquisitivo de los eruditos musulmanes. Cuando empezĆ³ a enseƱar, anunciĆ³ que las citas de las llamadas autoridades ya no iban a ser aceptadas como la Ćŗltima palabra. A partir de entonces, exigiĆ³ a sus alumnos que estudiaran los clĆ”sicos en su lengua original. EmpezĆ³ a coleccionar manuscritos donde podĆ­a y construyĆ³ una importante biblioteca. No era poca cosa si recordamos que un manuscrito podĆ­a tardar un aƱo en copiarse y costaba una fortuna.La figura mĆ”s notable de este primer periodo del escolasticismo fue Pedro Abelardo. Hijo mayor de un noble menor del noroeste de Francia, Pedro cediĆ³ sus derechos de herencia a sus hermanos menores para poder vagar por Francia y aprender de los grandes maestros. Pero hizo algo mĆ”s que escuchar. Desafiaba a aquellos a los que sorprendĆ­a en un error factual o filosĆ³fico.Ā  No tardĆ³ en establecerse como profesor en ParĆ­s, donde atrajo a multitud de estudiantes.TambiĆ©n empezĆ³ a escribir. En un tratado titulado SĆ­ y No, planteĆ³ mĆ”s de cien preguntas sobre la enseƱanza cristiana, a las que respondiĆ³ con citas contradictorias de las Escrituras, los Padres de la Iglesia e incluso los clĆ”sicos paganos. Su argumento era que aĆŗn quedaban muchos frentes de debate e investigaciĆ³n por resolver.Ā  Abelardo dijo: "La primera clave de la sabidurĆ­a es el cuestionamiento asiduo y frecuente.... Porque dudando llegamos a la indagaciĆ³n, y por la indagaciĆ³n llegamos a la verdad". Esta idea de utilizar la duda para alimentar la bĆŗsqueda del conocimiento era algo habitual para los antiguos griegos, pero un terreno peligroso para los europeos medievales. Abelardo tenĆ­a unos cuantos admiradores, pero muchos mĆ”s detractores, alarmados por su audaz cuestionamiento de lo que se consideraban autoridades intachables. DespuĆ©s de haber agitado demasiadas ollas y picado demasiadas colmenas, decidiĆ³ esconderse durante un tiempo en un monasterio.Un aƱo despuĆ©s se fue a vivir a un Ć”rea abierta al sureste de ParĆ­s. Sus seguidores le construyeron un refugio, labraron su tierra y le rogaron que volviera a enseƱar. AsĆ­ que, reanudando su bĆŗsqueda de la razĆ³n, Abelardo volviĆ³ a enfrentarse a los conservadores religiosos. Fue entonces cuando Abelardo entrĆ³ en conflicto con Bernardo de Claraval, el famoso predicador de la II Cruzada y el eclesiĆ”stico mĆ”s influyente de la cristiandad. De Abelardo, Bernardo dijo: "La fe del justo cree, no discute". Bernardo consiguiĆ³ que Abelardo fuera tachado de hereje y excomulgado. Abelardo se retirĆ³ a la abadĆ­a de Cluny, donde su abad, Pedro el Venerable, persuadiĆ³ a Bernardo para que se reconciliara con Abelardo. La excomuniĆ³n fue levantada. Abelardo pasĆ³ sus dos Ćŗltimos aƱos en el monasterio de Cluny, donde fue considerado un gran erudito y un sabio consejero.DejarĆ© de lado el matrimonio de Abelardo con HeloĆ­sa, una de las mĆ”s notables escenas de amor de la historia.Nadie pudo detener el crecimiento de las semillas que plantĆ³ Abelardo. Surgieron escuelas por toda Europa. Menos de cien aƱos despuĆ©s de su muerte, florecieron universidades en ParĆ­s, Orleans y Montpellier en Francia; al otro lado del Canal de la Mancha, en Oxford y Cambridge; y en Bolonia y Padua en Italia, todas ellas encendidas con las ideas que Abelardo despertĆ³.Los estudiantes y sus maestros formaron gremios. Al igual que habĆ­an hecho los artesanos desde el Imperio Romano, los eruditos se agruparon para proteger y promover sus intereses. Se llamaban a sĆ­ mismos universitas, el nombre medieval de cualquier grupo corporativo.En Italia, la mayorĆ­a de los estudiantes eran hombres adultos que cursaban estudios avanzados de derecho y medicina. Sus gremios ejercĆ­an un enorme poder. Los estudiantes pagaban a los profesores, determinaban los cursos que debĆ­an impartirse y multaban a cualquier profesor que se saltara un capĆ­tulo en la exposiciĆ³n de su materia. Sin duda, un giro con respecto a las escuelas actuales.En las universidades Inglesas y Francesas, donde los estudiantes eran mĆ”s jĆ³venes, los gremios de eruditos tenĆ­an la Ćŗltima palabra. ProhibĆ­an los juramentos y el juego, multaban a los estudiantes por saltarse el toque de queda y establecĆ­an los modales en la mesa.Las universidades medievales no eran los edificios con paredes de marfil y cĆ©spedes que conocemos hoy. Al principio, en Oxford y Cambridge las clases se impartĆ­an en chozas y cobertizos junto a los caminos. Se reunĆ­an en salas laterales de la catedral en ParĆ­s, en plazas abiertas en Italia.Ā  Cuando el prestigio y los ingresos de un profesor aumentaban, podĆ­a alquilar una habitaciĆ³n para sus alumnos, donde se sentaban en suelos cubiertos de paja. Al carecer de propiedad fija, podĆ­an trasladarse cuando se enfrentaban a las autoridades locales.Junto con las clases, los maestros utilizaban lo que se llamaban disputas. Dos o mĆ”s maestros debatĆ­an un texto utilizando el mĆ©todo de preguntas y respuestas de Abelardo. AsĆ­ se desarrollĆ³ la EscolĆ”stica. SurgiĆ³ del laborioso proceso de llegar a conclusiones lĆ³gicas mediante preguntas, exĆ”menes y la organizaciĆ³n de los detalles en un sistema lĆ³gico. Las disputas escolĆ”sticas provocaban a menudo enfrentamientos acalorados y sentimientos amargos. Las guerras de lĆ³gica se prolongaron durante aƱos entre diferentes eruditos, y los partidarios de cada uno vitoreaban a su hĆ©roe con fuertes silbidos y pisotones. La cuestiĆ³n era que los estudiantes aprendĆ­an a pensar. La aceptaciĆ³n incuestionable de las autoridades tradicionales ya no estaba asegurada. Ahora, las conclusiones tenĆ­an que cuadrar con la doctrina cristiana.El escolasticismo era menos una filosofĆ­a o una teologĆ­a que un mĆ©todo de aprendizaje. Se hacĆ­a hincapiĆ© en armonizar la fe y la razĆ³n. Los escolĆ”sticos utilizaron la antigua prĆ”ctica griega de cuestionar implacablemente la autoridad tradicional.Ā  La verdad ya no se aceptarĆ­a sĆ³lo porque lo dijeran los que tenĆ­an autoridad. La verdad debĆ­a analizarse rigurosamente y llevarse al terreno de la razĆ³n. DespuĆ©s de todo, Āæno decĆ­a la Biblia que debemos amar a Dios con toda nuestra mente?Los escolĆ”sticos eran conocidos por su cuidadoso trazado de distinciones. En las aulas y en los libros, los temas se debatĆ­an enĆ©rgicamente, y una de las partes del debate ni siquiera se creĆ­a realmente, sino que se proponĆ­a como forma de comprobar el valor de la parte que se afirmaba.Los escolĆ”sticos querĆ­an armonizar la teologĆ­a cristiana con la filosofĆ­a de la Ć©poca clĆ”sica, especialmente la de AristĆ³teles y los neoplatĆ³nicos.Algunos escolĆ”sticos destacados son Alejandro de Hales, Alberto Magno, Duns Escoto, Guillermo de Ockham y Buenaventura. Dos de los mĆ”s grandes fueron Anselmo de Canterbury y TomĆ”s de Aquino.Ā  La obra maestra de TomĆ”s de Aquino, la Suma TeolĆ³gica, se considera la obra cumbre de los escolĆ”sticos.Anselmo naciĆ³ en una de las muchas casas nobles de Europa a principios del siglo XI. Como no tenĆ­a muchas posibilidades de destacar en el Ć”mbito polĆ­tico, se hizo monje benedictino. Sus estudios le seƱalaron rĆ”pidamente como un hombre de aguda inteligencia y profunda reflexiĆ³n filosĆ³fica. Fue nombrado Arzobispo de Canterbury durante los Ćŗltimos 17 aƱos de su vida.A menudo se llama a Anselmo el fundador del Escolasticismo, y ejerciĆ³ una gran influencia en la teologĆ­a europea. Es mĆ”s famoso por ser el creador del Argumento OntolĆ³gico de la existencia de Dios y de la TeorĆ­a de la SatisfacciĆ³n de la ExpiaciĆ³n, segĆŗn la cual la muerte de JesĆŗs satisfizo las justas exigencias de la justicia de Dios.Anselmo dedicĆ³ la mayor parte de su tiempo a elaborar argumentos razonables para las proposiciones teolĆ³gicas que ya aceptaba como verdaderas por la fe. Su objetivo no era justificar la fe mediante la razĆ³n. QuerĆ­a comprender mejor lo que creĆ­a. Consideraba que la razĆ³n era la sierva de la fe, y no al revĆ©s.Ā  La fe era lo primero y guiaba a la razĆ³n. EscribiĆ³: "Creo para comprender". Pensaba que las cosas espirituales debĆ­an ser objeto de experiencia antes de que pudieran ser comprendidas por el intelecto. Dijo: "El que no cree no ha sentido, y el que no ha sentido, no comprende". SostenĆ­a que Cristo debĆ­a llegar al intelecto por la vĆ­a de la fe y no a la fe por el intelecto. Se declarĆ³ en contra de la creencia ciega, y calificĆ³ de pecado de negligencia que quien tiene fe no se esfuerce por conocer.Anselmo dio pruebas razonables de la existencia de Dios y razones convincentes de que Dios es una deidad autoexistente, inmaterial, todopoderosa, compasiva, justa y misericordiosa. En su libro ĀæPor quĆ© el Dios-Hombre? Anselmo demostrĆ³ la relaciĆ³n entre la encarnaciĆ³n y la expiaciĆ³n. Su argumento de que la expiaciĆ³n de Cristo satisfacĆ­a a Dios tuvo un poderoso impacto tanto en Lutero como en Calvino siglos mĆ”s tarde. EscribiĆ³ sobre la naturaleza de la Trinidad, el pecado original, el libre albedrĆ­o, la armonĆ­a de la presciencia y la preordenaciĆ³n, y por quĆ© cayĆ³ SatanĆ”s.Las dos fuentes de conocimiento de Anselmo eran la Biblia y la enseƱanza de la Iglesia que, segĆŗn Ć©l, estaban en total acuerdo entre sĆ­ y con toda la filosofĆ­a verdadera. SentĆ­a la mĆ”s profunda admiraciĆ³n por AgustĆ­n, y su concordancia con Ć©l le valiĆ³ a Anselmo los tĆ­tulos de "2Āŗ AgustĆ­n" y "Lengua de AgustĆ­n".Ā Ā  AdemĆ”s de ser un hombre de autĆ©ntica piedad y devociĆ³n a Dios, el historiador de la Iglesia Philip Schaff afirma que Anselmo fue probablemente el pensador mĆ”s original desde AgustĆ­n.Quiero compartir la interesante historia de los conflictos de Anselmo con dos reyes de Inglaterra. La mejor forma de hacerlo es contar la historia como hace Schaff en el Vol 5 de su serie Historia de la Iglesia.Guillermo II, llamado Guillermo Rufo o el Rojo por el color de su pelo, tercer hijo de Guillermo el Conquistador, gobernĆ³ de 1087 a 1100. Probablemente lo Ćŗnico bueno que hizo en todo su reinado fue nombrar a Anselmo arzobispo de Canterbury. Guillermo heredĆ³ todos los vicios y ninguna de las virtudes de su padre. Despreciaba al clero. Se decĆ­a que "temĆ­a poco a Dios y nada a los hombres". No era tan escĆ©ptico como profano y blasfemo. CreĆ­a en Dios ĆØ y lo odiaba. No estaba casado, pero se entregaba a una inmoralidad flagrante. La gente decĆ­a que cada maƱana se levantaba peor y cada noche se acostaba peor.SaqueĆ³ la Iglesia y oprimiĆ³ al clero. DespojĆ³ a las iglesias y monasterios de sus ingresos dejĆ”ndolos vacĆ­os o vendiĆ©ndolos al mejor postor. En cuatro aƱos transformĆ³ treinta cementerios en parques reales para satisfacer su pasiĆ³n por la caza, lo que al final le costĆ³ la vida.Cuando muriĆ³ el arzobispo de Canterbury, Guillermo mantuvo la sede vacante durante cuatro aƱos. Bajo la influencia de una grave enfermedad, cediĆ³ finalmente a la presiĆ³n para elegir a Anselmo, que se encontraba entonces en Inglaterra y era conocido como un profundo teĆ³logo de carĆ”cter piadoso. DifĆ­cilmente puede imaginarse un mayor contraste de hombres. Anselmo no querĆ­a ser arzobispo. QuerĆ­a volver a la vida de monje tranquilo en su abadĆ­a del norte de Italia. Pero sintiĆ³ la llamada de Dios, aunque si aceptaba se enfrentarĆ­a a una batalla interminable con el rey inglĆ©s.Fue nombrado en su sede con gran celebraciĆ³n el 2Āŗ domingo de Adviento de 1093 e inmediatamente se dispuso a reavivar la disciplina que habĆ­a decaĆ­do durante los aƱos anteriores.Era la Ć©poca del Gran Cisma Papal y el rey Guillermo apoyaba al papa francĆ©s Clemente III, mientras que Anselmo debĆ­a lealtad a Urbano II. El rey insistiĆ³ en que Anselmo recibiera de Clemente el palio arzobispal, su vestidura, y luego exigiĆ³ que fuera ƉL quien le confiriera la autoridad de Anselmo. Por supuesto, Anselmo se negĆ³ y tomĆ³ el palio del agente de Urbano, que habĆ­a llevado la vestidura a Inglaterra en un estuche especial.Cuando el arzobispo se negĆ³ a satisfacer las cada vez mayores exigencias financieras de Guillermo, el rey lo llevĆ³ a los tribunales. Anselmo se negĆ³ a comparecer; un tribunal civil no tenĆ­a jurisdicciĆ³n en asuntos eclesiĆ”sticos. Era la vieja cuestiĆ³n de si un funcionario eclesiĆ”stico, en su calidad de clĆ©rigo, debĆ­a lealtad al papa o a la corona.Anselmo consiguiĆ³ el permiso del rey en 1097 para ir a Roma. Pero Guillermo enviĆ³ tropas tras Ć©l y lo alcanzĆ³ en Dover. Registraron el equipaje de Anselmo y se apoderaron de las ofrendas que llevaba a Roma. El viaje de Anselmo terminĆ³ como un exilio.Anselmo fue recibido calurosamente por el papa, que amenazĆ³ a Guillermo con la excomuniĆ³n y pronunciĆ³ una maldiciĆ³n sobre cualquier laico que pensara, como Guillermo, que podĆ­a investir a un obispo con autoridad espiritual. La maldiciĆ³n papal iba mĆ”s allĆ”, a cualquiera que aceptara tal falsa investidura.A principios de agosto de 1100, mientras cazaba en el Bosque Nuevo, el Rey Rojo fue asesinado por una flecha.Ā  Nadie sabe si se la disparĆ³ un cazador o un asesino. Hubo poco luto por un rey que casi todos esperaban que cayera muerto. No les habrĆ­a sorprendido que lo hubiera matado un rayo.Pero Ć©ste no es el final de los problemas de Anselmo con los monarcas. Cuando Guillermo II muriĆ³, su hermano menor, Enrique I, subiĆ³ al trono. Enrique fue en general un buen rey que hizo mucho por erradicar lo peor de la corrupciĆ³n de la corte. ReconciliĆ³ al clero sacando a Anselmo del exilio, pero renovĆ³ la controversia sobre la investidura. NombrĆ³ obispos y abades, y exigiĆ³ a Anselmo que los consagrara. Anselmo se negĆ³ una y otra vez. AsĆ­ pues, fue enviado a un segundo exilio. La reina sentĆ­a una extraordinaria devociĆ³n por Anselmo e intentĆ³ mediar entre Ć©l y su marido. InstĆ³ a Anselmo a que regresara, aunque tuviera que transigir un poco y conceder a Enrique cierto poder para intervenir en el nombramiento del clero. RecordĆ³ a Anselmo que el apĆ³stol Pablo circuncidĆ³ a Timoteo como medida de compromiso.Siguiendo el ejemplo de Urbano, el papa Pascual II excomulgĆ³ a los obispos que aceptaron los nombramientos de Enrique. Pero Enrique quiso reconciliarse con Anselmo. Se reunieron en NormandĆ­a y acordaron hacer un llamamiento conjunto al Papa. Ɖste confirmĆ³ las investiduras anteriores del rey con la condiciĆ³n de que renunciara al derecho a futuros nombramientos. Esta decisiĆ³n fue ratificada en agosto de 1106. El rey prometiĆ³ restituir a Anselmo las rentas de Canterbury durante su ausencia, dejar de reclamar las rentas de los obispados y abadĆ­as vacantes, y devolver todas las multas del clero. Y aunque cumpliĆ³ su promesa de no nombrar nuevos clĆ©rigos, enviĆ³ a las sedes vacantes los nombres de los candidatos que le gustarĆ­a que las ocuparan.Anselmo regresĆ³ triunfante a Inglaterra, y fue recibido por la reina a la cabeza de los monjes y del clero. En un concilio celebrado en Westminster en 1107, el rey renunciĆ³ formalmente al privilegio de la investidura. Durante los Ćŗltimos aƱos de su vida, Anselmo gozĆ³ de la amistad y el respeto del rey, y durante la ausencia de Enrique en el continente en 1108, se le confiĆ³ la regencia y el cuidado de la familia real.MuriĆ³ en 1109. Su impacto en el Arzobispado fue tan grande que la sede no se ocupĆ³ durante cinco aƱos.La prĆ³xima vez echaremos un vistazo al verdadero hombre importante entre los escolĆ”sticos: TomĆ”s de Aquino.
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  • 64 La Controversia EucarĆ­stica
    Este episodio 64 se titula "La Controversia EucarĆ­stica".____________________________________________________________Al terminar la Edad Media en Europa, tenemos varios temas que tratar antes de lanzarnos a la Era del Escolasticismo. La Ćŗltima vez echamos un breve vistazo a la Controversia de las Investiduras y otro aĆŗn mĆ”s breve a un error doctrinal que tuvo una larga vida y varios variantes: el Adopcionismo.Ahora consideraremos otra controversia que hizo mucho ruido en la Iglesia de Oriente y Occidente durante mucho tiempo: cĆ³mo entender la presencia de Cristo en la EucaristĆ­a.Para los oyentes protestantes, la cuestiĆ³n era: ĀæQuĆ© queremos decir cuando decimos que JesĆŗs estĆ” presente en la ComuniĆ³n o en la Cena del SeƱor?Tengo que empezar dejando claro > No es Ć©ste un intento de ampliar TODAS las diversas teorĆ­as sobre la EucaristĆ­a. Esa es una discusiĆ³n que excede mi capacidad. Me ha llevado un tiempo componer este episodio porque he tenido que pensar exactamente cĆ³mo expresar las cosas. Las palabras son las herramientas con las que trabajan los teĆ³logos. Esas palabras tienen significados precisos. Pero estamos tratando con varias idiomas; tĆ­picamente, el griego y el latĆ­n. Y una vez que los antiguos teĆ³logos elaboraron una fĆ³rmula teolĆ³gica durante dĆ©cadas y, en algunos casos, siglos, eligiendo las palabras adecuadas para expresar la verdad y refinĆ”ndolas a medida que se hacĆ­an evidentes los problemas de sus elecciones anteriores, tenemos que encontrar palabras en espaƱol para traducirlas con precisiĆ³n. ENTONCES, nos enfrentamos al problema de que la gente atribuye significados diferentes a esas palabras.AsĆ­ que, si algo de esto no es del todo preciso o claro, te pido perdĆ³n de antemano. No soy Sheldon Cooper. SĆ³lo un hombrecillo con un pequeƱo cerebro del tamaƱo de un frijol.La Controversia EucarĆ­stica debe su origen a la tensiĆ³n entre el llamamiento de la Biblia a adorar a Dios en EspĆ­ritu y verdad, y el deseo de tener algo tangible que venerar y en lo que centrar la atenciĆ³n. El uso y la veneraciĆ³n de los iconos en Oriente tuvo una correlaciĆ³n en Occidente con la elevaciĆ³n de los elementos de la ComuniĆ³n.Aunque los cristianos habĆ­an discutido durante mucho tiempo la verdadera naturaleza de los elementos de la ComuniĆ³n, la verdadera controversia se iniciĆ³ a mediados del siglo IX por un monje franco llamado Paschasius Radbertus. En Ć©l aƱo 831 publicĆ³ un libro titulado Sobre el Cuerpo y la Sangre del SeƱor, el primer tratado completo sobre la EucaristĆ­a.La parte mĆ”s significativa de la obra de Radbertus fue su insistencia en que los elementos eran el cuerpo y la sangre REALES, corpĆ³reos, de JesĆŗs.PermĆ­teme retroceder: Todos los cristianos creĆ­an que JesĆŗs estaba presente en la ComuniĆ³n. JesĆŗs dijo: "Cuando dos o tres de vosotros estĆ”n reunidos en Mi Nombre, Yo estoy allĆ­ en medio de vosotros". La ComuniĆ³n era precisamente eso: un momento para que los cristianos se reunieran de un modo especial EN CRISTO. Por eso, cuando pasaban el pan y el vino, lo consideraban un momento sagrado en el que el EspĆ­ritu de Dios mediaba la Persona de JesĆŗs de un modo Ćŗnico. En pocas palabras, JesĆŗs estaba presente en la ComuniĆ³n.Pero, la gente entendĆ­a esa presencia de diferentes maneras. AgustĆ­n, con su enorme influencia en la teologĆ­a medieval, decĆ­a que JesĆŗs estaba espiritualmente presente en la ComuniĆ³n, pero no fĆ­sicamente. Su presencia era un misterio que debĆ­a reconocerse por la fe. Cirilo de AlejandrĆ­a y Juan de Damasco decĆ­an que JesĆŗs estaba presente corporalmente en la EucaristĆ­a, pero se referĆ­an a Su cuerpo resucitado, que era espiritual, no corpĆ³reo. AsĆ­ pues, para ellos la presencia de Cristo en la EucaristĆ­a tambiĆ©n era un misterio.Radbertus propuso ahora que los elementos de la ComuniĆ³n se convirtieran en la carne y la sangre literales de JesĆŗs. Eran la misma materia que el cuerpo nacido de MarĆ­a, como Ć©l decĆ­a. En realidad, fenomenolĆ³gicamente no parecĆ­an ni sabĆ­an a carne y sangre, porque eso habrĆ­a sido demasiado para la gente, asĆ­ que Dios permitiĆ³ misericordiosamente que el pan y el vino conservaran sus propiedades externas, pero en realidad ERAN el cuerpo y la sangre de JesĆŗs. Radbertus decĆ­a que era en el acto de participar en la EucaristĆ­a donde se mantenĆ­a y alimentaba la vida eterna. Eran la "medicina de la inmortalidad".Los elementos se convirtieron en el cuerpo y la sangre de JesĆŗs, no por un acto de creaciĆ³n, sino de transformaciĆ³n.Esto suscitĆ³ la pregunta: Si la EucaristĆ­a es el verdadero cuerpo y sangre de Cristo, Āæmastican a Cristo los incrĆ©dulos que participan de los elementos? Radbertus lo negĆ³, afirmando que, aunque los elementos eran el cuerpo corpĆ³reo de JesĆŗs, debĆ­an tomarse por la fe. AsĆ­ pues, aunque los incrĆ©dulos participaran en el sacramento, no participaban de hecho de Cristo.Radbertus eludiĆ³ la falta de correspondencia entre la realidad de la presencia corporal de JesĆŗs y su apariencia de pan diciendo que Dios permitĆ­a esto para asegurarse de que, cuando se tomaban los elementos, se hacĆ­a por fe, de modo que su beneficio espiritual pudiera llegar al participante. AsĆ­, el pan y el vino volvieron a ser sĆ­mbolos, lo que volviĆ³ a acercarse a la posiciĆ³n de AgustĆ­n, lo mismo que Radbertus se habĆ­a propuesto deshacer.Hrbanus Maurus, abad de Fulda, detestaba las ideas de Radbertus. DenunciĆ³ cualquier visiĆ³n de la EucaristĆ­a que la convirtiera en una manifestaciĆ³n materialista del cuerpo de JesĆŗs. Maurus decĆ­a que el valor de la ComuniĆ³n residĆ­a en la fe del comulgante, no en un trozo de pan o una gota de vino.Gottschalk, al que volveremos mĆ”s adelante, estaba de acuerdo con Radbertus y decĆ­a que la EucaristĆ­a ERA el cuerpo y la sangre de JesĆŗs. Pero se negĆ³ a llevarlo tan lejos como Radbertus, que decĆ­a que cada vez que se celebraba la ComuniĆ³n, era un nuevo sacrificio de Cristo, una re-crucifixiĆ³n.AquĆ­ es donde debemos examinar mĆ”s detenidamente cĆ³mo entendĆ­a la Iglesia primitiva la ComuniĆ³n. Los Padres ante-Nicenos, es decir, los lĆ­deres de la Iglesia anteriores al Concilio de Nicea en 325, se referĆ­an a la Mesa del SeƱor, la ComuniĆ³n, la EucaristĆ­a, como quieras llamarla, como una conmemoraciĆ³n del sacrificio de Cristo. La relacionaron con la ƚltima Cena, en la que JesĆŗs la convirtiĆ³ en una ordenanza para Sus seguidores. Dijo: "Haced esto en memoria mĆ­a". AsĆ­ lo transmitieron los ApĆ³stoles, como un momento conmemorativo para reflexionar sobre el sacrificio de Cristo en la Cruz, cuando se partiĆ³ Su Cuerpo y se derramĆ³ Su sangre. El valor de la ComuniĆ³n era el vĆ­nculo espiritual que se forjaba entre el seguidor y su rabino mediante este recuerdo, al reconectarse de un modo especĆ­fico y tangible con lo que JesĆŗs hizo por ellos.Los cristianos posteriores se alejaron de este nĆŗcleo conmemorativo de la ComuniĆ³n para adoptar una visiĆ³n mĆ”s mĆ­stica de la misma. Y como el misterio busca maneras de expresarse, es inevitable que alguien hiciera de los elementos de la ComuniĆ³n algo mĆ”s que meros sĆ­mbolos. Entonces, decir que cada vez que se transformaban en el cuerpo corpĆ³reo de Cristo, no era sĆ³lo una conmemoraciĆ³n de Su sacrificio, sino un nuevo sacrificio.Radbertus era abad de un monasterio de Corbie. El rey Carlos el Calvo pidiĆ³ a uno de sus compaƱeros monjes, Ratramnus, que evaluara la labor de su abad. Ratramnus estaba efectivamente de acuerdo con Radbertus, pero negaba que se produjera un milagro de transformaciĆ³n con los elementos. Ratramnus dijo que los comulgantes participan efectivamente del cuerpo y la sangre de JesĆŗs. Pero lo hacen por la fe, y no porque los elementos se transmuten mĆ­sticamente en el cuerpo corpĆ³reo del hombre nacido de MarĆ­a.La Controversia EucarĆ­stica del siglo IX abriĆ³ una puerta que, con el tiempo, dio lugar a una nueva comprensiĆ³n de la fe, la gracia e incluso la Iglesia. Las ideas de Radberto acabaron triunfando en la Iglesia Romana porque las expuso de forma clara para una Ć©poca que ansiaba la seguridad de la salvaciĆ³n. Ahora habĆ­a una forma tangible de tener la seguridad de que la gente hacĆ­a algo que mantenĆ­a y alimentaba la inmortalidad. Sus ideas tambiĆ©n prevalecieron, porque los argumentos de sus oponentes eran vagos, complejos y, francamente, no tan atractivos.Radbertus tambiĆ©n sentĆ³ las bases para un cambio de paradigma en el ministerio del clero y de la Iglesia. Con un Ć©nfasis cada vez mayor en el sacrificio fresco de la Misa, la presencia corporal de Cristo proporcionĆ³ el fundamento para un cambio en la devociĆ³n cristiana, desde su base original en la Palabra y la Fe, hacia una vida religiosa centrada en la nueva realidad ofrecida en un sacramento. Por decirlo sin rodeos, el interĆ©s pasĆ³ de lo que Cristo hizo en la Cruz a lo que el sacerdote hace con Cristo en los elementos. JesĆŗs empezĆ³ a transformarse en la mente de la gente, pasando de ser el Salvador Victorioso a la VĆ­ctima Eterna, ofrecida continuamente en la Misa.Aunque el punto de vista de Radbertus acabĆ³ convirtiĆ©ndose en el mayoritario en el Occidente Latino, nunca estuvo exento de quienes lo rechazaban y se aferraban a un punto de vista mĆ”s Agustiniano. Y, por supuesto, la forma de entender la EucaristĆ­a resurgirĆ” entre los Reformadores y se verĆ” en el segundo episodio de algunas disputas bastante polĆ©micas.Pero, Ć©se es tema para un episodio posterior.
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